Memes: mitos, disensiones y dudas

Daniel C. Dennett

BORRADOR, para Chapel Hill, Octubre 1998

Traducción: Giovanna Winchkler

 

Richard Dawkins introdujo el concepto de meme en su libro de 1976, The Selfish Gene [trad. Salvat 1976, El gen egoísta], y su recepción fue durante muchos años, fría. Entonces, recientemente, gracias en parte a una enérgica campaña que realicé a favor del meme meme (principalmente en Consciousness Explained y Darwin's Dangerous Idea), los amigos de los memes comenzaron a salir del ropero, y una cantidad de libros y artículos (de variada calidad) sobre memes comenzaron a atraer una segunda mirada. Actualmente, internet florece con docenas de sitios que proclaman el nacimiento de la nueva ciencia de la memética. La mayoría es simplemente horrible, pero esto no debe sorprendernos. Como nos recuerda la Ley de Sturgeon, el 95% de todo, es disparate. La parte fuerte -especialmente durante estos tempranos días de protomemética- es identificar el 5% que sea realmente bueno. La Ley de Sturgeon sugiere asimismo que, por supuesto, el 95% de las críticas a los memes y la memética también es disparate, de manera que no es necesario que perdamos nuestro tiempo rebatiendo cada ridícula y ansiosa objeción. Mi charla será un intento de enfocar algunos de los temas más dignos de atención.

1. Perspectivas de la Evolución Cultural1

Decir que la cultura evoluciona puede tomarse como un truismo o como la afirmación de una teoría no confirmada, discutida, especulativa. Considérese un inventario cultural en un tiempo t: incluye todos los lenguajes, prácticas, ceremonias, edificios, métodos, herramientas, mitos, música, arte, etc., que componen una cultura. El inventario cambia a lo largo del tiempo. Algunos elementos desaparecen, algunos se multiplican, algunos se mezclan, algunos cambian. (Cuando digo que algunos cambian, quiero ser neutral respecto de si esto implica que se van reemplazando por elementos similares, o si pasan por una transformación). Un registro palabra por palabra de esta historia no sería ciencia; sería una base de datos. Este es el truismo: la cultura evoluciona a lo largo del tiempo. La cuestión que queda pendiente es: ¿cómo vamos a explicar los patrones que hallamos en esa base de datos? ¿Hay buenas teorías o modelos para la evolución cultural?

El modelo tradicional que puede encontrarse en la mayoría de las descripciones de historiadores y antropólogos trata a la cultura como compuesta por bienes, posesiones de la gente, que los administra de varias maneras, sabiamente o tontamente. Preserva con cuidado sus tradiciones de encender el fuego, construir edificios, hablar, contar, hacer justicia, etc. Negocia elementos culturales del modo en que negocia otros bienes. Y por supuesto, algunos elementos culturales (coches, fideos, recipientes para torta de chocolate, etc.) son definitivamente bienes, y podemos diagramar sus trayectorias usando las herramientas de la economía. A la gente, en este modelo, se la ve como dueña de una racionalidad autónoma o independiente; priven a una persona de sus bienes, y allí estará, desnuda pero racional y llena de deseos culturalmente conscientes. Cuando se viste, se arma y se equipa con bienes, aumenta sus poderes, complica sus deseos, etc.

En esta manera de pensar, el poder replicativo; relativo de varios bienes culturales se mide en el mercado de los cálculos de costo-beneficio que realiza la gente. Si los envases de Coca Cola proliferan en todo el mundo, es porque más y más gente prefiere comprarse una Coca. La publicidad los persuade embobándolos. Pero entonces miramos a los publicitarios, o a quienes los han contratado, para encontrar el destino pertinente de los valores de nuestros cálculos. ¿Cui bono? ¿Quién se beneficia? Los proveedores de los bienes, y aquellos a quienes contratan para que los ayuden.

Los biólogos, también, pueden aprovechar los rasgos de la evolución (en el sentido neutral del término) tratándolos como bienes: la propia comida, el nido propio, la madriguera propia, el propio territorio, la/s pareja/s, el tiempo y la energía propios. Los análisis de costo-beneficio arrojan luz sobre la economía en la que se han comprometido los miembros de las diferentes especies que habitan un ámbito compartido.2 No toda posesión se considera un bien, sin embargo; las moscas y pulgas que acompañan a uno, la suciedad y mugre que se acumulan en el propio cuerpo, no tienen valor alguno, o tienen un valor negativo, por ejemplo. Los biólogos no consideran normalmente los simbiontes de uno como bienes, excepto cuando de ellos se derivan beneficios (¿para quién?) manifiestos.

Esta perspectiva no es uniformemente esclarecedora, ni tampoco obligatoria. Quisiera sugerir que tanto los biólogos como los economistas (y otros científicos sociales) podrían beneficiarse adoptando un punto de vista diferente respecto de algunos de estos fenómenos, que puede darle un lugar de honor a la cuestión Cui bono, y proporcionar respuestas que muchas veces se pasan por alto. Este es el punto de vista del “meme” de Dawkins, que reconoce -y toma en serio- la posibilidad de que las entidades culturales puedan desarrollarse siguiendo regímenes de selección que sólo tienen sentido cuando la respuesta a la cuestión Cui bono es que son los propios elementos culturales los que se benefician de las adaptaciones que evidencian.3

La teoría de los memes de Dawkins, esbozada en un único capítulo de The Selfish Gene (1976, pero ver también Dawkins, 1993), difícilmente sea una teoría, especialmente comparada con los modelos de evolución cultural desarrollados por otros biólogos, como Cavalli-Sforza y Feldman (1981), Lumsden y Wilson (1981) y Boyd y Richerson (1985). A diferencia de éstos, Dawkins no ofrece un desarrollo formal, ni modelos matemáticos, ni predicciones cuantitativas, ni una inspección sistemática de los hallazgos empíricos pertinentes. Pero presenta una idea que los demás pasan por alto y, creo, es una idea de la mayor importancia. Es la clave para entender cómo podemos ser no sólo guardianes y transmisores de la cultura, sino nosotros mismos, plenamente, entidades culturales.

Siempre que se trate de costos y beneficios, necesitamos preguntar ¿Cui bono? Un beneficio no es, por sí mismo, explicativo; un beneficio en un vacío es en verdad una especie de misterio; mientras no pueda mostrar cómo tal beneficio redunda realmente en el mejoramiento del poder replicativo de un replicador, simplemente está sentado ahí, como una tentación quizás, pero incapaz de explicar nada.

Vemos cómo una hormiga trepa laboriosamente en un tallo de pasto. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué es esto adaptativo? ¿Qué bien acumula la hormiga al hacerlo? Esta es la pregunta equivocada. La hormiga no acumula ningún bien; su cerebro ha sido invadido por un gusano (Dicrocoelium dendriticum), integrante de un pequeño grupo de minúsculos parásitos que necesitan conseguir ingresar a los intestinos de una oveja, para reproducirse (Ridley, 1995, p. 258). (El salmón nada contra la corriente; estos gusanos parásitos conducen a las hormigas a trepar por los tallos del pasto para aumentar sus posibilidades de ser ingeridos por una oveja que pase por allí). El beneficio no corresponde a la esperanza reproductiva de la hormiga, sino a la esperanza reproductiva del gusano.4

Dawkins señala que podemos pensar también en ciertos elementos culturales, los memes, como parásitos. En realidad, se parecen más a un simple virus que a un gusano. Los memes se suponen análogos a los genes, en cuanto entidades replicadoras en el ambiente cultural, pero también tienen vehículos y fenotipos; son como genes no tan desnudos. Son como los virus (Dawkins, 1993). Tal como ocurre con los virus, hay una diferenciación fenotipo/genotipo, pero sólo elemental. Básicamente, un virus es una cadena de ADN (o ARN) con actitud. De modo semejante, un meme es un paquete de información (la información, no el vehículo) con actitud -con alguna vestimenta fenotípica que tiene efectos diferenciales en el mundo, y que por lo tanto influyen sus posibilidades de resultar replicado.

Y en el dominio de los memes, el beneficiario principal, el beneficiario en cuyos términos deben aplicarse los cálculos finales de costo-beneficio es: el meme mismo, no sus transportadores. Esto no debe leerse como un temerario argumento empírico, que excluye (por ejemplo) el rol de los agentes humanos individuales en la planificación, el reconocimiento y aseguramiento de la dispersión y prolongación de los elementos culturales. Es más bien una propuesta de que adoptemos una perspectiva o punto de vista, desde el que puedan compararse una amplia variedad de argumentos empíricos diferentes y la evidencia para ellos pueda considerarse en un ambiente neutral, en un ambiente que no prejuzgue sobre esas cuestiones urgentes.

En la analogía con el gusano, estamos invitados a considerar al meme como algo semejante a un parásito que comanda un organismo para su propio beneficio replicativo, pero debemos recordar que los simbiontes pueden clasificarse en tres categorías fundamentales:

parásitos, cuya presencia disminuye la aptitud de su anfitrión;

comensales, cuya presencia es neutral (ya que, como nos lo recuerda la etimología, “comparten la misma mesa”); y

mutualistas, cuya presencia aumenta la aptitud tanto del anfitrión como del huésped.

Dado que estas variedades se disponen a lo largo de un continuo, los límites entre ellos no necesitan trazarse demasiado finamente; el punto donde el beneficio cae a cero o se convierte en daño, no es algo que pueda medirse directamente por algún test práctico, pero podemos explorar las consecuencias de estos puntos críticos en los modelos.

Lo más importante a tener en cuenta es que debemos esperar que también los memes vengan en las tres variedades. Esto significa, por ejemplo, que es un error suponer que la “selección cultural” de un rasgo cultural es siempre “causada” -porque proporciona al anfitrión algún beneficio percibido (o incluso erróneamente percibido). Podemos preguntarnos si los anfitriones, los agentes humanos que son los vectores, perciben algún beneficio (por esa razón, bueno o malo) y asisten a la preservación y replicación del elemento cultural en cuestión, pero  debemos estar preparados para abrigar la respuesta de que no lo hacen. En otras palabras, debemos considerar como una posibilidad real la hipótesis de que los anfitriones humanos son, individualmente o como grupo, ya sea sin pensar en ello, o sin creerlo o, incluso, positivamente muy en contra, un elemento cultural que, no obstante, es capaz de explotar sus huéspedes como vectores.

Los casos más conocidos de transmisión cultural y evolución tratados son innovaciones que obviamente tienen algún beneficio directo o indirecto para la aptitud darwiniana -es decir, genética- del huésped. Un anzuelo mejor atrapa más peces, alimenta más estómagos, contribuye a la supervivencia de más nietos, etc. La única diferencia entre brazos más fuertes y un anzuelo mejor en el cálculo (imaginado) del impacto de la aptitud es que los brazos más fuertes podrían -podrían- transmitirse casi directamente en la línea de bacterias, mientras que el anzuelo debe ser tansmitido culturalmente. (Brazos más fuertes pueden transmitirse culturalmente también, por supuesto. Una tradición de determinada construcción corporal podría, así, explicar el por qué de una heredabilidad [genética] muy baja de brazos fuertes y, sin embargo, una proporción muy elevada de brazos fuertes presentes en los adultos de una población en un momento dado). Podría ser que los brazos fuertes y los anzuelos fuesen transmitidos; en general se los considera un buen negocio desde el punto de vista de la aptitud genética. No obstante, el negocio podría ser miope -bueno solamente en el corto plazo. Después de todo, hasta la agricultura puede ser a largo plazo un negocio dudoso si lo que se toma como el bien más elevado es la aptitud darwiniana (ver Diamond, 1997, para unas reflexiones fascinantes sobre los inciertos beneficios de abandonar el estilo de vida cazador-recolector). ¿Qué alternativas hay?

En primer término, debemos notar que en el corto plazo (hablando evolutivamente; es decir, desde la perspectiva de unos pocos siglos o incluso milenios) algo puede prosperar, independientemente de si constituyó un beneficio real para la aptitud genética, pero fuertemente vinculado a si constituyó un beneficio aparente para la aptitud genética. Aún si se piensa que el mejoramiento de la aptitud darwiniana es el primer motor en la conducción de la evolución cultural, es necesario postular un mecanismo de conservación y transmisión más blando e inmediato. No es tan difícil encontrarlo. Los elementos culturales pueden utilizar una maquinaria que se ha ganado su lugar en el pasado mediante la incorporación de una serie de prioridades para el mejoramiento de la aptitud. Estamos genéticamente dotados de un espacio cualitativo en el que algunas cosas se sienten como buenas y otras no y tendemos a vivir con con la regla: si lo siente como bueno, consérvelo. Esta regla rudimentaria y asequible puede, por supuesto, burlarse. La glotonería es un ejemplo común de ello. La explosión de los elementos culturales -artefactos, prácticas, recipientes, patrones de agricultura, rutas comerciales- que dependen casi directamente de la explotación de la glotonería ha tenido probablemente un neto efecto negativo considerable en el mejoramiento de la aptitud genética humana. Obsérvese que la explicación de la emergencia de estos elementos culturales mediante la alusión a su “aparente” beneficio para el mejoramiento de la aptitud genética, de ningún modo nos compromete con el disparatado argumento de que la gente piensa (erróneamente) que está mejorando su aptitud genética al adquirir y consumir azúcar. La racionalidad no está en ellos, sino en la Madre Naturaleza. Ellos sólo hacen lo que les gusta.

Considerando qué les gusta, eligen cómo obtenerlo racionalmente, y en verdad ingeniosamente y a veces con impresionante previsión. Esto es aún el modelo tradicional de evolución cultural, con agentes que manejan sus bienes para maximizar lo que prefieren -y conseguir sus preferencias directamente de su herencia genética. Una posibilidad más interesante es la adquisición de nuevas preferencias que son, ellas mismas, simbiontes de uno u otro tipo culturalmente transmitidos. Cada uno tendrá que entrar por sus propios esfuerzos a la memosfera utilizando alguna preferencia preestablecida, pero este proceso recursivo, que puede proceder a una velocidad vertiginosa comparada con el paso glacial de la evolución genética, puede transformar a los agentes humanos alejándolos indefinidamente de sus orígenes genéticos. En un pasaje muy citado, E.O. Wilson argumentó de otro modo:

Los genes conducen la cultura con una correa. La correa es muy larga, pero los valores inevitablemente se restringen según sus efectos sobre el reservorio de genes humanos. (Wilson, 1978, p167)

Esa correa, sostengo, es indefinidamente larga, en el sentido de que las restricciones de las que habla Wilson están de tal modo cooptadas, explotadas, y obtenidas en una cascada recursiva de productos culturales y metaproductos, que no está muy claro que haya puntos en el espacio imaginable del diseño cultural que no pudieran, en principio, estar ocupados por algún producto que se pudiese rastrear mediante la correa de los procesos históricos de Wilson, hasta los genes. Muchos de estos puntos imaginables serían, sin duda, callejones sin salida genéticos (El H. sapiens se extinguiría, tarde o temprano, como un resultado de ocupar esos puntos), pero ello no constituye una barrera para su desarrollo en el blando tiempo de la historia cultural.5

Podemos adquirir no solamente gustos, sino metagustos. Es decir, podemos descubrir en la cultura y, por ende, adoptar, el gusto de “cultivar” más gustos adquiridos y así sucesivamente. En cada estadio podemos anticipar el hallazgo de parásitos, comensales y mutualistas -pero sólo podremos clasificarlos realizando la pregunta ¿Cui bono? frente a un nuevo contexto y hacer alguna que otra determinación local. La erudición de una persona es la adicción a trivialidades, de otra. Los metamemes para “viajar” o “ser un coleccionista” o “tener una afición” o “educarse a sí mismo” pueden considerarse tanto explotadores como incrementadores de las preferencias personales preestablecidas (ya no genéticas). Es interesante que en el habla común solemos llamar a nuestras preferencias “debilidades” -como en “tengo una debilidad por el queso fuerte (o por los juegos de palabras o por los pelirrojos)”- implicando hábilmente un estándar al que negamos, a la vez, toda lealtad personal.

Y éste es, entonces, el punto principal que quise enfatizar en la visión de Dawkins. Los memes que proliferan serán los memes que se replican por las buenas o por las malas. Imagínenlos entrando en las mentes de los miembros de la cultura, haciendo por consiguiente alteraciones fenotípicas y luego reenviándose a la gran competencia de la selección -que no es la competencia de la aptitud genética darwiniana (la vida es demasiado corta para eso), sino la competencia de la aptitud memética dawkinsiana. Están en juego sus aptitudes como memes y no la aptitud de sus anfitriones, y los ambientes que encarnan las presiones selectivas que determinan sus aptitudes están compuestos en gran medida por otros memes.

¿Por qué sus anfitriones soportan esto? ¿Por qué los costos de establecer un nuevo y completo sistema de reproducción diferencial tienen que cargarse a los miembros del H. sapiens? Observen que la cuestión a preguntar y responder aquí es paralela a la cuestión acerca de cada relación anfitrión-simbionte: ¿Por qué los anfitriones lo soportan? Y la corta respuesta es que es demasiado costoso erradicarlos, pero esto sólo significa que los beneficios que acumula la maquinaria que está siendo explotada por los parásitos son tan grandes, que mantener la maquinaria y tolerar los parásitos (en la medida en que están siendo tolerados) ha sido hasta ahora el mejor trato disponible. Y si en el largo plazo (millones de años) esta infestación se llegará a considerar como mutualismo, comensalismo o parasitismo, en el corto plazo (los últimos pocos milenios) los resultados han sido espectaculares: la creación de un nuevo tipo biológico de entidad: la persona.

Me gusta comparar este desarrollo con el arribo de los eucariotes hace más de un billón de años. Los procariotes relativamente simples se vieron invadidos por algunos de sus vecinos y los equipos endosimbióticos resultantes se volvieron más aptos y prosperaron, permitiendo una revolución biológica. Los eucariotes, viviendo lado a lado con sus primos procariotes, pero enormemente más complejos, versátiles y competentes, abrieron el espacio para el diseño de organismos multicelulares. De un modo similar, la emergencia de homínidos infectados de cultura, abrió otra región de tal espacio, hasta entonces desocupado e imposible de atravesar. Vivimos al lado de nuestros primos animales, pero somos enormemente más complejos, versátiles y competentes. Y juntando fuerzas con nuestros memes, creamos nuevos candidatos para ser beneficiarios, nuevas respuestas para ¿Cui bono?

 2. Dos objeciones demasiado estándar

Muchas veces oímos decir que los modos en que se desarrollan las entidades culturales son profundamente no darwinianos. Se suelen presentar dos argumentos como si fuesen los que triunfaron: la evolución cultural, a diferencia de la evolución darwiniana, es “lamarckiana”; y la evolución cultural, a diferencia de la evolución darwiniana, está llena de “transmisión horizontal” -es decir, los elementos de diseño pueden saltar libremente de linaje en linaje, sin estar ligados a los requerimientos de la herencia. Una vez que los reptiles y los mamíferos tomaron sus caminos separados, las innovaciones de los reptiles no pueden saltar a los mamíferos sino solamente a los reptiles descendientes; en la evolución cultural esta restricción no existe. Me he sorprendido a veces de por qué no oímos más sobre una tercera falta de analogía: las ideas culturales no se reproducen sexualmente -las ideas de mamá y papá tratando de hacer pequeñas ideas bebé de ambos géneros. Probablemente no oímos de ello porque llevaría muy evidente la marca de su falta de inocencia en el orillo -una lenta (o desesperada) puñalada a algo del mundo, que nos excusaría de pensar más acerca de las perspectivas de una descripción darwiniana de la cultura. La reproducción sexual no es, después de todo, un elemento obligatorio de la evolución darwiniana; seguramente el 99 % de toda la evolución darwiniana que haya ocurrido en este planeta ocurrió entre replicadores que se reproducían asexualmente, y pese a la importancia que tiene la sexualidad actualmente, es en realidad un rasgo que evolucionó y no una precondición para la evolución darwiniana. Así, la ausencia de reproducción sexual en la memosfera no es un desafío para la explicación neodarwiniana. Se puede puntualizar exactamento lo mismo sobre las pretendidas faltas de analogía de la transmisión horizontal lamarckiana o anastomosis (unión de linaje).

Consideremos el lamarckismo primero. La ortodoxia neodarwiniana, desde Weissman, declara que las características adquiridas por el uso no pueden ser transmitidas genéticamente a la progenie de uno. Darwin mismo, nada menos, se alegró bastante de aprobar este rasgo de lamarckismo, pero tardó mucho en considerarlo erróneo. La distinción de Weissman entre la línea de la bacteria -brevemente, huevos y esperma- y la línea de la célula somática -todo el resto- se ha comprobado una y otra vez y la doctrina según la cual no hay caminos para la entrada de las innovaciones de la línea somática en la línea de la bacteria, es realmente una verdad literal, si bien varias posibilidades exóticas se han discutido seriamente en la literatura especializada y algunos sectores restringidos argumentan a su favor. Pero adviertan que esta manera, que es la ortodoxa, de identificar los fenómenos lamarckianos (como lo que no se da) se aplica estrictamente sólo a los organismos multicelulares. ¿Qué se considera fenómeno lamarckiano en el mundo de las bacterias, las arqueobacterias, o en el mundo de los virus? En el caso de un virus, que he descripto como apenas una cadena de ADN con actitud, la línea entre el soma y la bacteria es inexistente. Algo que cambia la estructura de una cadena de un virus puede llamarse cambio genotípico -una mutación- si se transmite por replicación y si lo hace de otro modo, es un mero cambio fenotípico. No es que esa línea no se pueda trazar, sino que se convierte en una línea que no prohibe nada. El argumento de que la evolución lamarckiana ha sido reivindicada en el mundo de la evolución viral, sería así pickwickiano. Y dado que los memes no son más multicelulares que sexuales, el hecho de que no haya un modo claro -un modo “con principios” como suelen decir en el MIT- de distinguir mutaciones de adquisiciones fenotípicas, difícilmente muestre que están descalificados para un tratamiento neodarwiniano.6 La mayoría de las formas de vida del planeta -mucho más de un 99 %- se ha desarrollado bajo tal régimen y el neodarwinismo cubre ciertamente y de manera conveniente su evolución.

Y el mismo veredicto se aplica a la anastomosis, aunque es un descubrimiento reciente y mal reconocido: hay gran número de transmisiones horizontales en la evolución protista y bacterial -un hecho que arruina los intentos de definir linajes bacteriales separados de una manera “principista” -y, una vez más, la masa de la evolución en el planeta se ha dado entre esos pequeños trozos. Una vez que desviemos nuestro foco de nuestros propios linajes multicelulares, de reproducción sexual, a los linajes más numerosos del planeta, estas objeciones estándar pierden gran parte o toda su fuerza. Los memes no son, en verdad, muy parecidos a genomas de elefante pero, ¿y con eso qué?

And the same verdict applies to anastomosis, although this is a recent and ill-appreciated discovery: there is lots of horizontal transmission in protist and bacterial evolution--a fact that plays hob with attempts to define separate bacterial lineages in a principled way--and once again, the bulk of the evolution on the planet has been amongst just such tiny bits. Once we shift our focus away from our own multicellular, sexually reproducing lineages to the more numerous lineages on the planet, these standard objections lose much if not all their force. Memes are indeed not very much like elephant genomes, but so what?

3. Y qué sobre la razón humana -y la creatividad?7

Una confusión que desvía la imaginación de los teóricos en otra dirección deriva, sospecho, de una sutil mala lectura del uso original de Darwin de la selección artificial (cría intencional de animales) y la selección “inconsciente” (el fomento inadvertido de las crías más favorecidas de animales domésticos) como puentes hacia su concepto de selección natural. Aunque es cierto que Darwin quiso contrastar la total carencia de previsión o intención en la selección natural con la búsqueda intencional de objetivos de los selectores artificiales, para mostrar cómo puede el proceso natural proceder en principio sin ninguna mentalización, no estableció (como muchos parecen haberlo supuesto) que la selección deliberada, dirigida a objetivos, la selección intencional, ¡no sea una subvariedad de la selección natural! Las patas cortas de los dachshund y las mamas grandes de los Holstein son tan productos de la selección como lo son las alas del águila; unos y otros evolucionaron en un ambiente que incluyó una presión selectiva particularmente bien focalizada, consistente en agentes humanos. Estos fenotipos caen bajo las mismas leyes de transmisión genética, la misma dinámica de replicadores, que cualesquiera otros -como casos especiales y extremos en los que ha sido reducido grandemente lo aleatorio por defecto o ruido de la presión selectiva.

Aplicada a la evolución cultural, la implicancia es ésta: no hay conflicto entre el argumento de que los artefactos (incluyendo los artefactos abstractos -los memes) son productos de la selección natural y el argumento de que son (con frecuencia) lo previsto, productos diseñados por la actividad humana intencional. Parece que algunos pensadores de la recientemente emergente escuela de la arqueología evolucionista cometieron este error. Según una crítica de Boone y Smith (1998), al menos algunos arqueólogos evolucionistas creen que la única manera de ser cabeza dura y científico en lo que respecta a la evolución darwiniana de la cultura, es negar toda intención, toda racionalidad, por parte de los hacedores de cultura humanos. Optan por “selección, más que toma de decisiones” [p. 11]. Eso es simplemente un error, por la misma razón por la que sería erróneo decir que el lujoso plumaje de ciertas palomas [prize pigeons] es resultado de la toma de decisiones, más que de la selección. Pero Boone y Smith caen en la misma trampa en su discusión del interesante fenómeno de la dispersión de los vehículos para nieve entre los Cree de Canadá del norte. Seguramente tienen razón en que la adopción de estos vehículos por los Cree no puede describirse en términos de la replicación biológica diferencial de los usuarios de los vehículos, pero malinterpretan la perspectiva más interesante del ojo del meme. Dicen:

La alternativa de que los “memes del vehículo para nieve” hayan sido transmitidos más efectivamente que los “memes del calzado para nieve” a los Cree contemporáneos [non-descendant] (al igual que a su descendencia), aunque es plausible, no es selección natural; más aún, requiere precisamente la clase de toma de decisión adaptativa que la AE (arqueología evolucionista) se dedica a eliminar de la explicación arqueológica. [ms. p.12]

Por el contrario, si se adopta la perspectiva del ojo del meme, en la cual el meme del vehículo para nieve se ve como el replicador, con su propia aptitud, entonces la evolución cultural puede verse como debida a una “toma de decisiones adaptativa” a la vez que una variedad de selección natural. Considérese la aptitud del caballo doméstico que se dispersa tan rápido entre los nativos americanos después de su introducción, pero que, más recientemente, tras el advenimiento del automóvil, ha menguado mucho. Estas fluctuaciones en la aptitud genética se debieron, por supuesto, a cambios en las fuerzas selectivas desplegadas en los distintos ambientes en los que el caballo había existido, y el hecho de que agentes humanos conscientes y previsores formen el componente clave en estos ambientes selectivos, no contribuye a sacar el fenómeno del dominio de la evolución genética estándar por selección natural.

Entre quienes han pasado por alto este hecho, está Steven Pinker, que rechaza los modelos de evolución cultural en un breve pasaje de How the Mind Works (1997):

¡Dejen de tener una mente tan literal! responden los fanáticos de la evolución cultural. Desde luego que la evolución cultural no es una réplica exacta de la versión darwiniana. En la evolución cultural, las mutaciones están dirigidas y las características adquiridas son heredadas. Lamarck estaba equivocado en lo que respecta a la evolución biológica, pero resulta que estaba en lo cierto respecto de la evolución cultural. Decir que la evolución cultural es lamarckiana es confesar que uno no tiene idea de cómo funciona. Los rasgos más llamativos de los productos culturales, como su ingenuidad, su belleza y su verdad (análogos al complejo diseño adaptativo de los organismos), vienen de los cálculos mentales que “dirigen” -es decir, inventan- las “mutaciones” y “adquieren” -es decir, comprenden- las “características”. (1997, p. 209)

Pinker atribuyó el paralelo equivocado; no es el modelo lamarckiano, sino el modelo de la selección artificial de Darwin (como un caso especial de la selección natural) el que se ajusta a los fenómenos hacia los que Pinker llama nuestra atención en el pasaje. Y es irónico que esto se le pase por alto, puesto que los fenómenos culturales que él mismo ha resaltado como ejemplos de la evolución -sistemas diseñados, fenómenos lingüísticos, no son, casi con certeza, productos de la invención humana deliberada, previsora, ingeniosa. Algunos rasgos diseñados de los lenguajes humanos se transmiten sin duda genéticamente, pero muchos otros -como por ejemplo los cambios en la pronunciación- es seguro que se transmiten culturalmente y son, por lo tanto, productos de la evolución cultural, no de la evolución genética.

Algunos memes son como animales domésticos, son valorados por sus beneficios y su replicación está atentamente cuidada y relativamente bien entendida por sus propietarios humanos. Algunos memes son más como ratas; irrumpen en el ambiente humano a pesar de estar seleccionados para lo contrario -ineficazmente- por sus reacios anfitriones. Y algunos son más como bacterias u otros virus, comandando aspectos de la conducta humana (produciendo el estornudo, por ejemplo) en sus esfuerzos por propagarse de anfitrión en anfitrión. Hay selección artificial de “buenos” memes -como los de la aritmética y la escritura, que se enseñan cuidadosamente a cada nueva generación. Y hay una selección inconsciente de memes de todas clases -como las sutiles mutaciones en la pronunciación, que se dispersan a través de los grupos lingüísticos, presumiblemente con alguna ventaja en la eficiencia, pero quizá sólo haciendo dedo en alguna peculiaridad de las preferencias humanas. Y hay una selección inconsciente de memes que son positivamente una amenaza, que rapiñan aprovechando las grietas en el aparato de toma de decisiones humano, en cuanto provisto por el genoma y mejorado y ajustado por otras innovaciones culturales -tales como el meme de los capturados por aliens, que tiene un perfecto sentido cuando se considera su propia aptitud como replicador cultural. Sólo la perspectiva del ojo del meme une todas estas posibilidades bajo una sola vista.8

Finalmente, una de las fuentes de incomodidad más persistentes respecto de los memes es la terrible sospecha de que una descripción de las mentes humanas en términos de cerebros que están siendo parasitados por memes, debilitaría las preciosas tradiciones de la creatividad humana. Yo creo, por el contrario, que está claro que sólo una descripción de la creatividad en términos de memes, tiene muchas posibilidades de darnos alguna manera de identificarnos con los productos de nuestras propias mentes. Nosotros, los seres humanos, expulsamos otros productos, diariamente, pero de todos modos, después de la infancia, ya no tendemos a ver nuestras heces con el orgullo de un autor o artista. Son meros subproductos biológicos, y aunque tienen su propia modesta individualidad e idiosincracia, no es algo que estimemos. ¿Cómo podemos justificar el ver las secreciones de nuestros pobres cerebros infectados con algo más de orgullo? Porque nos identificamos con algún subconjunto de los memes que hospedamos. ¿Por qué? ¡Porque entre los memes que hospedamos están aquellos que dan mayor importancia a la identificación con tal subconjunto de memes! Si faltase esta actitud de portación de memes, seríamos meros loci de interacción, pero tenemos esos memes -eso es lo que somos.

4. Conclusión

Este espectro de posibilidades, desde el inadvertido, inconsciente, hospedaje de virus portadores de cultura (de todas las “actitudes”) hasta el diseño previsor y la promulgación de invenciones y creaciones que inteligente y astutamente se sirven de recursos culturales bien comprendidos, debe ser visualizable bajo una perspectiva simple y unificadora. Sólo desde esta perspectiva podemos darle sentido a las trayectorias que nos han capturado -y sólo a nosotros- más allá de los horizontes de nuestros genes egoístas, creando nuevos ambientes para la selección -personas, y sus proyectos- que a su vez, crean respuestas sin ningún precedente a la cuestión ¿Cui bono? Tal visión de la evolución cultural no niega la posibilidad de trasladarnos a lo que podría llamarse una perspectiva de ojo de la mente de la evaluación; es lo que hace precisamente a tal transición -sin ninguna ayuda de ganchos colgando del cielo*- posible.

Referencias

Boone, James L, y Eric Alden Smith, 1998, A Critique of Evolutionary Archeology”, Current Anthropology. [número especial, suplemento, junio, 1998]

Boyd, Robert, y Richerson, Peter J., 1985, Culture and the Evolutionary Process, Chicago y London: Chicago University Press.

Boyd, Robert, y Richerson, Peter J., 1992, Punishment Allows the Evolution of Cooperation (or Anything Else) en Sizable Groups”, Ethology and Sociobiology, 13, pp171-95.

Cavalli-Sforza, Luca, y Feldman, Marcus, 1981, Cultural Transmission and Evolution: A Quantitative Approach, Princeton, NJ: Princeton University Press.

Dawkins, Richard, 1976, The Selfish Gene, (2a. ed., 1989), Oxford: Oxford University Press.

------ 1993, Viruses of the Mind”, en Bo Dahlbom, ed., Dennett and his Critics, Oxford: Blackwell.

Dennett, Daniel C. 1998, Snowmobiles, horses, rats, and memes”, (comentario acerca de A Critique of Evolutionary Archeology”, por James L. Boone y Eric Alden Smith) Current Anthropology, [número especial, suplemento, junio, 1998]

---------- en prensa, The Evolution of Evaluators”, en un volumen del taller sobre economía evolucionista, de Siena. [2000: The Evolution of Evaluators”, en Antonio Nicita y Ugo Pagano eds., The Evolution of Economic Diversity, U.K.: Taylor and Francis (Routledge)].

Diamond, Jared, 1997[-1999], Guns, Germs and Steel[: the fates of human societies, New York: W.W. Norton & Company Inc.]

Lumsden, C. y Wilson, E. O. 1981, Genes, Mind and Culture, Cambridge, MA: Harvard University Press.

Pinker, Steven, 1997, How the Mind Works, New York: Norton.

Ridley, Mark, 1995, Animal Behaviour (2a. ed.), Boston: Blackwell Science.

Sober, Elliott y Wilson, David Sloan, 1998, Unto Others: The Evolution of Unselfish Behavior, Harvard University Press.

Wilson, E. O., 1978, On Human Nature, Cambridge, MA: Harvard University Press.

Notas

1 Partes de esta sección están adaptadas de Dennett, en prensa.

2 Por supuesto, no se necesita considerar a tales organismos como tomando decisiones conscientes, pero la racionalidad de las “decisiones” que toman, está anclada típicamente en el beneficio esperado para el organismo individual. Ver Sober y Wilson (1998) para importantes exposiciones sobre los beneficios de tal toma de decisiones, para el gen, el individuo, y el grupo.

3 Sober y Wilson (1998) observan que hay una laguna en su modelo de la evolución cultural: “Podemos decir que la conducta sin funciones [en relación con la aptitud humana individual y de grupo] debe ser más común en humanos que en otras especies, pero no podemos explicar por qué una conducta no funcional determinada se ha desarrollado en una cultura particular. Este tipo de comprensión requiere probablemente un conocimiento histórico detallado de esa cultura, y podría resultar que algunas conductas evolucionaron principalmente por azar.” p. 171.

4 Hablando estrictamente, a las perspectivas reproductivas de los genes del gusano (o de los genes del “grupo” del gusano), porque como Sober y Wilson (1998) señalan (p. 18) en su uso de D. dendriticum como ejemplo de conducta altruista, el gusano que en realidad hace la conducción al cerebro es una especie de piloto kamikaze, que muere sin ninguna posibilidad de pasar sus propios genes, beneficiando a sus casi clones (asexualmente reproducidos) en otras partes de la hormiga.

5 Boyd y Richerson (1992) muestran que “Virtualmente cualquier conducta puede volverse estable dentro de un grupo social, si está suficientemente apuntalada por normas sociales.” (Sober y Wilson, 1998, p. 152)

6 De hecho, en la mayor parte de las breves y superficiales discusiones acerca de la naturaleza lamarckiana de la evolución cultural que yo he visto, nunca se aclara qué entidades se consideran capaces de transmitir las características adquiridas. Algunas veces, sospecho, el objetor tuvo en la mente de manera vaga el hecho estrictamente inaplicable de que los anfitriones humanos pueden transmitir a otros anfitriones humanos los elementos culturales que ellos mismos han adquirido durante sus vidas. Esto no es para nada lamarckismo.

7 Esta sección está adaptada de Dennett, 1998.

8 La perspectiva del ojo del meme ofrece muchos otros puntos de eficacia teórica, pero esos son temas para otra ocasión.

*. Dennet transcribe en un trabajo anterior (Dennett, D.,1995, Darwin´s dangerous Idea, New York: Simon & Schuster, p. 74. Hay traducción al castellano: Dennett, D.,1999, La peligrosa idea de Darwin, Madrid: Círculo de Lectores) la definición que da el Oxford English Dictionary de skyhook y que puede traducirse como: artificio de fijación al cielo; manera imaginaria de permanecer suspendido en el cielo. Como un deus ex machina o un Superman, ayudas virtuales en casos desesperados, se diferencian de las grúas (crane), cuya intervención es eficaz y concreta (acerca de esta oposición empleada por Dennett en distintos trabajos, puede verse también una entrevista al autor en http://www.uv.es/metode/anuario2000/189_2000.html). (N.T.)